domingo, 7 de diciembre de 2008

"El mundo diabólico no puede arrodillarse"

[N. del E.: CyF, domingo 22 de junio de 2008]
La cuestión litúrgica está en el corazón de la acción y la enseñanza de Benedicto XVI. Sus intenciones y decisiones en la materia son frecuentes e importantes. Sólo hay que leer los discursos, alocuciones, homilías, motu proprio liberador del 7 de julio de 2007, que son frutos de decisiones e iniciativas personales.

Para Benedicto XVI, la cuestión litúrgica no es simplemente un asunto de "prácticas culturales". Lo que está en juego con la liturgia, es la comprensión de Dios y del mundo, nuestra relación con Cristo y la Iglesia. Hace ya muchos años, en un libro consagrado a la liturgia, aquél que iba a devenir Benedicto XVI la definía como una "relación con Dios" y un anticipo de la vida futura: "La relación con Dios determina todas las relaciones, las de los hombres entre ellos y las de los hombres con el resto de la Creación. La adoración, que nos religa a Dios, es así constitutiva de la existencia humana. Es sobre todo la que permite al hombre pasar su vida cotidiana, participar ahora de alguna manera 'en el cielo', en el mundo de Dios. En este sentido, la liturgia anticipa la vida futura […] y da verdadera envergadura a la vida presente. Sin esta apertura al cielo, nuestra vida no será más que una existencia sepultada y vacía." [1]

Es bajo este espíritu que debemos comprender dos iniciativas del Papa de las semanas pasadas.

En Roma, una parroquia personal (es decir, no limitada a un territorio sino constituida por fieles venidos a título personal) ha sido confiada a la Fraternidad de San Pedro. En una importante entrevista a L’Homme Nouveau [2], el Padre Berg, superior de la FSSP, precisa que esta parroquia se atiene exclusivamente a la forma extraordinaria del rito romano "por voluntad de Benedicto XVI" y la propuesta vino del Cardenal Ruini, vicario del Papa para la diócesis de Roma. Se trata de una iglesia situada en el centro de Roma y dedicada a la Santísima Trinidad.

La FSSP dispone de otras parroquias personales en el mundo: seis en los Estados Unidos, dos en Canadá y una en Nigeria. La Santissima Trinità es la primera confirada a la FSSP en Europa. El P. Berg espera que esta decisión de Benedicto XVI "abra la puerta a otros obispos europeos".

Debemos agregar que en Francia existen otras parroquias personales del rito tradicional: la iglesia
Saint-François de Paule en Toulon, erigida en parroquia personal por Monseñor Rey en septiembre de 2005; la iglesia de Saint-Eloi en Bordeaux, erigida en parroquia personal por el Cardenal Ricard en febrero de 2008 y confiada al Instituto del Buen Pastor; sin contar otros casos particulares, tal el caso de "la parroquia personal de la Croix Glorieuse" en Estrasburgo y Colmar, confiada al Padre Gouyaud, aunque no corresponde exactamente al estatuto canónico de parroquia personal.

Unas semanas después del anuncio de una parroquia personal de rito tridentino en Roma, Benedicto XVI ha dado nuevamente el ejemplo cuando celebrando la Misa en la solemnidad del Santísimo Sacramento, en San Juan de Letrán, distribuyó la Comunión a los fieles según el uso tradicional: los fieles debían arrodillarse para recibir el Cuerpo de Cristo en la lengua.

En su homilía, el Papa insistió en el gesto de adoración y de humildad que constituye la Comunión recibida de rodillas: "Adorar la divinidad de Jesucristo, quien, por amor de ha hecho pan, es el remedio más válido y radical contra las idolatrías de ayer y de hoy. Arrodillarse frente a la Eucaristía es una profesión de libertad: quien se inclina ante Jesús no puede ni debe postrarse ante ningún otro poder terrestre, por fuerte que sea. Nosotros, cristianos, no debemos arrodillarnos mas que frente al Santísimo Sacramento, porque sabemos y creemos que allí está verdaderamente presente Dios, aquél que ha creado el mundo y lo ama tanto que dio a su único Hijo por él."

Esta vuelta a una práctica tradicional por parte de Benedicto XVI había sido anunciada de alguna manera por Mons. Malcolm Ranjith, secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Hace unos meses, escribió el prefacio de un libro sobre la Santa Comunión, publicado por la Libreria Editrice Vaticana por un obispo de Asia Central, Mons. Athanasius Schneider. En su prefacio, Mons. Ranjith afirmaba que éstos son tiempos "de revisar y, si fuese necesario, abandonar" la práctica de la Comunión recibida de pie y en la mano. Escribía también el secretario de la Congregación de Culto Divino, "Es cada vez más necesario, ayudar a los fieles a descubrir una fe viva en la presencia real de la Eucaristía". [3]

La Conferencia Episcopal de Francia --que no incluye a todos los obispos de Francia-- reaccionó ante la ceremonia ejemplar, en sentido literal, de San Juan de Letrán. Lo hizo en su boletín de información Infocatho. Torpemente expresado, el rechazo dice: "Lo que es posible en una Misa pontifical, celebrada por el Papa, teniendo siempre a su lado un gran número de sacerdotes dispuestos a asistirlo [...] parece difícil cuando sólo un sacerdote está disponible para dar la Comunión a doscientas o trescientas personas. Canónicamente, es el obispo de la diócesis quien decide actualmente en materia litúrgica."

Al tratar la cuestión sólo desde el punto de vista práctico, el boletín de información de la CEF esquiva la cuestión de fondo. ¿La adoración no es constitutiva de la Comunión? ¿Esta adoración, en espíritu, no debe traducirse, por eso, en el cuerpo? El futuro Benedicto XVI, en el libro arriba citado, consagra un capítulo completo al "cuerpo de la liturgia". Recordaba, en bellas páginas, el sentido teológico de la genuflexión [4]. "Hoy se pretende evitar que nos arrodillemos", escribía el Cardenal Ratzinger. La práctica de la genuflexión no es cultural, ligada a una época. En la religión cristiana, tiene un fundamento teológico. El Cardenal Ratzinger nos remontaba a la epístola a los Filipenses (2, 6-11): "que todos, ante el nombre de Jesús, se arrodillen, desde lo alto de los cielos, sobre la tierra y hasta los infiernos". Cita también a los Padres del Desierto, "la historia de un demonio obligado por Dios a presentarse ante un cierto Padre Apolo; el demonio es muy negro, repelente, de una delgadez espantosa, pero sobre todo no tiene rodillas. El mundo diabólico no pude arrodillarse".

El futuro Benedicto XVI concluía estas páginas incitándonos a volver a la práctica de la genuflexión: "Sé muy bien que la genuflexión es extraña a la cultura moderna --por la simple razón de que esta cultura está alejada de la fe. No reconoce más a Aquél frente a quien la genuflexión es el único gesto necesario. La fe nos enseña a arrodillarnos. De ese modo una liturgia que no conoce más la genuflexión será intrínsecamente enferma. Es necesario volver a aprender a arrodillarnos, reintroducir la genuflexión en todas las partes donde desapareció, para que, por nuestra oración, permanezcamos en comunión con los apóstoles y los mártires, en comunión con el cosmos entero, en unión con Jesucristo."


[1] Cardenal Joseph Ratzinger, L’Esprit de la liturgie, Ad Solem, 2001, p. 18.

[2] L’Homme nouveau, 24 de mayo de 2008.

[3] Prefacio a Mons. Athanasius Schneider, Dominus est: Riflessionni d un vescovo dell’Asia Centrale sulla sacra Communione, Libreria Editrice Vaticana, 2008, p. 8. Cf. Aletheia n° 120, 9 de febrero de 2008.

[4] L’Esprit de la liturgie, op. cit., p. 146-153.


Yves Chiron, "«Le monde diabolique ne peut pas s’agenouiller»", Aletheia, n°126, 2 juin 2008.




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