sábado, 28 de marzo de 2009

Globalismo vs Ultranacionalismo: Un cuento para niños

[N. del E.: CyF, miércoles 16 de mayo de 2007]



–Son ustedes anti-idiosincrásicos, y por eso están homogeneizados –bramó a modo de resumen. …
Los guardias agarraron al hombre por los brazos y, ni sin ciertos esfuerzo, lo echaron de la Gran Asamblea de los Pueblos Democráticos del Planeta. Las demás ‘voces del pueblo’ se marcharon por propia voluntad.
…Se oyó el estruendo de los aplausos ante el acuerdo al que habían llegado los presentes, entre los que se encontraban las personas más poderosas del mundo, y según el cual no había que ahorrar ningún esfuerzo de cara a la constitución de un mundo-estado favorable a la universalización de la fabricación de queso con la consiguientes preservación de la ‘Humanidad’.

Pero sucedió que en un pequeño y remoto valle perdido entre las montañas de un continente sin nombre vivía una familia que tenia en propiedad unos cuantos acres de tierra y una vaca. …

Se puede descargar el cuento completo y las conclusiones en este sitio. El titulo: "Globalismo versus ultranacionalismo (cuento para niños) o El estado del queso: de cómo las diferentes clases de quesos casi destruyen la Humanidad".
El cuento es de Michael O’Brien, autor de un libro que, dicen, es excelente: “El Padre Elías: Un Apocalipsis” (que, si bien se consigue en la Argentina, la edición en castellano está aquí carísima). Sus fans españoles le han dedicado la siguiente página en Internet: www.elpadreelias.com.
Algunas de las recensiones (o aquí) que leí sobre el libro, lo consideran del máximo nivel en cuanto a literatura escatológica (o esjatológica como preferia el P. Castellani).

¿Domini canis o diaboli lupus?

[N. del E.: CyF, miércoles 4 de julio de 2007]
Hace un tiempo, se discutió mucho en el blog sobre si existe (o existió) persecución hacia los tradicionalistas en la Iglesia argentina. De hecho, fue la nota con más cantidad de comentarios en toda la historia de este blog.

Vamos a relatar la historia de un caso emblemático que lo demuestra. El del fraile dominico Mario Agustín Pinto.

Este cordobés, nacido en 1908 en el seno de una familia tradicional, se radicó en Buenos Aires tras abandonar sus estudios de abogacía. Aquí ejerció el periodismo en el diario La Nación y en la revista cultural Nosotros.

Pasó por los Cursos de Cultura Católica, incorporándose años después a su comisión directiva. Hasta que en 1935 ingresa a la Orden de Santo Domingo, incorporando el nombre Agustín en honor del santo doctor de Hipona.

Luego recorre los pasos de cualquier dominico brillante. Noviciado y estudios de filosofía en Francia, Teología en España, profesor en Buenos Aires, maestro de novicios, profesor en la Universidad Nacional del Tucumán, estudios de doctorado en Roma, profesor en la Universidad Nacional de Córdoba, en el Instituto Universitario “Santo Tomás de Aquino” de Tucumán, formador de dirigentes de la Acción Católica, superior del convento tucumano, profesor de la Universidad del Salvador, de la Universidad Pontificia de Lima (Perú) y, posteriormente, de la Católica de Córdoba. En fin, una gloria de su Orden.


Pero llegamos a 1970 y los vientos de la ideología postconciliar, tan distinta del verdadero Concilio como despiadada, destruyen todo a su paso como un huracán. Así, el Padre Pinto vuelve a Buenos Aires, enseñando en la casa de estudios del convento de esta ciudad.


Mientras tanto, la Orden de Santo Domingo, la de los padres predicadores, la de los “perros de Dios” (Domini cani), estaba cambiando. Los discípulos del Padre Pinto, o de otras glorias argentinas de la Orden pero ahora indeseables como Alberto García Vieyra o Domingo Renaudière de Paulis, son objeto de la burla y el desprecio de sus hermanos y la tortura psicológica de sus superiores. Por ejemplo, en Mar del Plata, los novicios “trancas” como se los llamaba son puestos en celdas sin calefacción ni muebles y encargados de los trabajos manuales del convento.

En 1976 los “leprosos” tradicionalistas más notables –Pinto, García Vieyra y Renaudière—son “exiliados” a Santa Fe, donde en el viejo convento abandonado de San Jerónimo ayudan a fundar un centro de estudios que dirige el Padre Mario.

Tres años después regresa por motivos de salud a Buenos Aires. Aquí fallecerá en 1989.

En la imagen de más abajo se pueden ver los caminos recorridos por la Orden de Predicadores en estos últimos tiempos. Se ve la profesión del Padre Gustavo Gutiérrez como fraile dominico. Aunque resulte inverosímil, este ex-sacerdote secular peruano, inventor de la Teología (¿?) de la Liberación y varias veces amonestado por su obipos y la Santa Sede, fue puesto en el mismo nivel que Santo Tomás de Aquino por Timothy Radcliffe, el entonces maestro general de la Orden de Santo Domingo. A esto ha llegado la Orden que fue orgullo de la Iglesia.